SABERSINFIN

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Poesía, ejercicio mental y cerebral

Abel Pérez Rojas

“Un poema que perfore Matrix…”.

Abel Pérez Rojas.

Escribir, leer, sentir, imaginar, cantar, declamar, en fin, sumergirse en la poesía es ejercitar en múltiples sentidos la mente y el cerebro, y con ello, detonar los innumerables beneficios que conlleva.

Esta afirmación va más allá de una aseveración emitida por un entusiasta amante de la poesía, proviene de múltiples estudios, investigaciones y observaciones que sientan las bases para adentrarse en un maravilloso mundo que trasciende los aspectos líricos y estéticos literarios.

Bastaría adoptar una actitud reflexiva y crítica frente a la actividad poética propia para detectar múltiples beneficios mentales de la poesía.

Desde la oportunidad para entrenarse en el pensamiento holístico-sistémico, pasando por la memorización de textos, la interrelación conceptual, el lenguaje simbólico, el establecimiento de campos semánticos, hasta el uso del pensamiento lateral, la solución de problemas, la autopercepción, tan solo por mencionar algunas áreas de expansión y oportunidad.

Considero que es muy importante asumir un enfoque desde las neurociencias con respecto a la poesía, porque da pie a vincular ésta, y establecer una especie de símil, entre la poesiterapía con la risoterapia y la musicoterapia.

La poesía –claro, unos poemas más que otros- es una especie de gimnasia para nuestro cerebro y nuestra mente.

En este sentido, cada vez se realizan más investigaciones científicas para tratar de documentar los efectos de la actividad cerebral y la poesía.

En una breve charla previa a la elaboración de este artículo con Enrique Canchola Martínez, investigador mexicano de los vínculos entre el cerebro y las hormonas, me remarcaba el papel de la poesía con una especie de rejuvenecimiento neuronal, porque “se liberan muchos factores de crecimiento neuronal, esto debido a que el factor de crecimiento neuronal es inducido por el ritmo poético”.

Canchola Martínez agregó algo que me dejó sumamente pensativo: “la poesía hace vibrar el citoesqueleto neuronal a su ritmo, por el uso musical del lenguaje, provocando que se liberen factores de crecimiento que hacen que las neuronas se mantengan jóvenes”.

Puede parecer una afirmación sumamente osada, pero después de conocer tantos años a Enrique y saber que durante cierto tiempo estuvo usando poesía en la terapia con pacientes, me hace tratar de querer saber más sobre el asunto, sobre todo cuando en la charla me dice que empleó en su estudio algunos de mis poemas en vídeo y que encontró ciertas claves rítmicas en mi poesía.

Tratando de saber más llego a dos interesantes estudios relativamente recientes que pueden servir de consulta para quienes están atraídos por los efectos de la poesía en el cerebro y la mente.

En septiembre del 2013, Journal of Consciousness Studies, compartió: “By Heart Un estudio de resonancia magnética funcional de la activación cerebral mediante poesía y prosa” (By Heart An fMRI Study of Brain Activation by Poetry and Prose) de Adam Zeman, Fraser Milton, Alicia Smith y Rick Rylance, a cual dicen que encontraron, que “La poesía autoseleccionada activó débilmente las áreas de lectura clásicas, los lóbulos parietales inferiores fuertemente, probablemente porque estos pasajes se conocían «de memoria». La poesía elegida por el experimentador activó regiones cerebrales que recientemente se han asociado con la introspección. La experiencia de leer textos contrastantes se asocia con diferentes patrones de activación cerebral, la respuesta emocional a la literatura comparte terreno con la respuesta a la música y las regiones del hemisferio derecho están involucradas con la poesía”.

En enero del 2017, Oxford University Press, publicó un interesante artículo bajo el título: “El poder emocional de la poesía: circuitos neuronales, psicofisiología y principios composicionales” (The emotional power of poetry: neural circuitry, psychophysiology and compositional principles) de Eugen Wassiliwizky, Stefan Koelsch, Valentin Wagner, Thomas Jacobsen y Winfried Menninghaus; en el que, “usando psicofisiología, neuroimagen y respuestas conductuales”, mostraron una serie de reacciones con identidad propia –inicialmente se consideraron respuestas análogas a las que genera la música–, que vincula a la exposición de lectura poética con ciertas reacciones dependientes de funciones cerebrales específicas.

Cierto es que falta mucho por investigar y documentar en relación a los vínculos entre la poesía, la mente y el cerebro, pero para quienes hemos puesto a la poesía en un lugar importante en nuestras vidas, eso es cuestión de tiempo y algo que solo permitirá dotar de bases a una realidad que vivimos en el día con día.

Nos vemos la próxima semana, hasta entonces.