DETRAS DEL PODER. El muro de la paz

José Antonio López Sosa

No hay muros o bardas que evoquen la paz. Desde el principio un muro es para dividir, para separar, para marcar una distancia hacia el otro lado, para no tener contacto alguno con el exterior.

En América Latina en particular, vivimos en el mundo de los muros, las casas en las principales ciudades de nuestro continente están divididas con grandes muros, algunos incluso con cables eléctricos, ¿por qué?, porque el principio –aprendido u obligado– es desconfiar del otro, es tener lo mio y no compartirlo con quien no pertenece aquí.

Hay muros vergonzosos a lo largo de la historia, el Muro de Berlín por ejemplo, el muro en Israel, el muro en Playas de Tijuana. Siempre son con el ánimo de «proteger», cuando de fondo tienen como objetivo dividir.

Palacio Nacional está rodeado por un muro hechizo, una valla metálica como las que usaba todos los días Felipe Calderón cuando fue presidente, el pretexto para poner ese muro es «la paz», así lo dijo el vocero presidencial frente a la manifestación de hoy, 8 de marzo, que conmemora el Día Internacional de la Mujer y en particular en México, protesta por los feminicidios y demás abusos sobre las mujeres.

El presidente López Obrador y su vocero, ambos desde sus trincheras, criticaron –con sustento– los muros y vallas que usaron tanto Felipe Calderón, como Enrique Peña Nieto y las legislaturas anteriores del Congreso de la Unión. Hoy justifican su propio muro alrededor de Palacio Nacional e incluso lo llaman de paz.

Una vez más se comprueba que el político es uno en el activismo y otro en el poder. Lo que antes era inaceptable y fuente de la propia protesta motor de un movimiento, hoy es una justificación simplista para adoptar las mismas conductas del pasado pretendiéndoles dar una interpretación diferente por el solo hecho de decir: «nosotros somos distintos».

En el ánimo de «no ser iguales», en la actual administración cada día se aquilatan más con el pasado, en cada momento toman actitudes y decisiones que corresponden más al pasado que al futuro, repiten patrones inaceptables y pretenden justificarlos con humo.

Más apuntes a nuestro subdesarrollo.

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