Teresa Vázquez Mata. El pobre rico o ¿el rico pobre?

Teresa Vázquez Mata. Convirtiendo en historia todo cuanto la rodea, construye nuevos mundos. Poniéndole color y energía al verbo, descubre los conflictos existenciales del ser humano y nos invita a reflexionar. Con sobrado talento, le ha dado valor a la narrativa contemporánea, regalándonos el México de su mirada o su sentir.

Bajo la tutoría del maestro Miguel Barroso Hernández, destaca en el Taller de Escritura Creativa Miró. Y es que a Tere, escribir, se le ha vuelto una pasión a la que no quiere renunciar.

 

El pobre rico o ¿el rico pobre?

 

—¡Espere, Señor Enzo! —escuchó el famoso empresario y volteó, por cortesía, acostumbrado a que en todo momento las mujeres intentaran acaparar su atención; pensando que con ello domarían al soltero más codiciado del país o les tocaría parte de su fortuna—. Yo tengo algo que usted necesita —dijo la anciana, dejándolo sorprendido.

¿Y qué le podía faltar al dueño de la fábrica de autos más prestigiosos del mundo?

—Le agradezco señora, pero no ando en busca de nada —aseguró pensando que, gracias al abuelo, la industria que heredara satisfacía cualquiera de sus antojos; pero quizás era ella la que necesitaba ayuda—. Si quiere venderme algo, mi secretaria lo comprará —dijo, pre saboreando en la mente la copa de vino que se tomaría, disfrutando en su jacuzzi; solo, como cada día, luego de una jornada supervisando los trabajos del imperio que cada vez crecía más.

—¡Escuche! —insistió la anciana—. Una gata hermosa llegó a mi patio en busca de comida y, para mi sorpresa, al día siguiente estaba pariendo tres crías. Dos murieron, pero aún tengo a esta belleza para usted —hizo el ademán de sacarla de la caja que traía, pero Enzo se lo impidió.

—¡Yo no necesito un gato!  Es más, jamás me permitieron tener uno. Mi madre era alérgica a todo tipo de animales y en la familia crecimos sin ellos. Puedo vivir sin un gato: ¡créame!

—¡No esté tan seguro! Todos necesitamos a alguien que nos espere y una mascota siempre lo hará. En ocasiones no lo sabemos, pero hace mucho bien un animalito caliente y peludo que se enrosque en nuestras piernas. ¿Ya lo había pensado? —cada frase, la enmarcaba con lo amable de su rostro—. No sabemos cuánto nos hace falta hasta que lo tenemos. En ese momento recapacitamos: ¿cómo pasé todos estos años sin algo así? Cuando tenga a un ser suave y tibio pegado a su espalda, mientras duerme, pensará que, de haberlo sabido, hubiera desobedecido a su mamá o se habría mudado muy joven a su propio departamento con tal de vivir la experiencia…

“Yo sólo espero que termine pronto la cantaleta del gatito —pensaba Enzo— ¡Ahora hasta me abordan mujeres que quieren que adopte animales!  Bueno, al menos no me persiguen jalando a un niño, afirmando que es mío”.

—¡Acéptela señor! —insistía la anciana—. Mi hijo asea, a diario, su oficina y me ha dicho que, a pesar de la apariencia que muestra, es un hombre bueno y sensible. Conozca a esta criaturita que puede convertirse en el amor de su vida. Un animalito, nunca lo juzgará y estará junto a usted siempre que necesite cariño. ¡Es una gatita! Le pido que la mire por unos segundos —dijo, tratando de convencerlo.

Finalmente, más por hartazgo que por convicción, tomó en sus manos la caja y la abrió. Entonces, asomaron unos hermosos ojos amarillos rodeados de pelito blanco. Cruzaron miradas y, con un miau que le llegó al corazón, Enzo bajó la guardia y se rindió. Por primera vez, sentía lo que era el amor a primera vista.