Salvador Viveros Aguilera (El Zapotal Mpio. de Colipa, Veracruz, México. 1952)

 

Profesor de Normal básica, y Lic. en Física y Química por la Normal Superior de Puebla, Lic. en Educación Telesecundaria, con Maestría en Educación Básica, por la Universidad Pedagógica Veracruzana. Ha publicado los poemarios: Praderas del alma (2010), En busca del paraíso (2011) y con otros autores: Cuando la luz se descifra (2013) en Siena Editores de Puebla, Pue. Actualmente se desempeña como jefe de sector de telesecundarias en Veracruz.

 

Bajo rudo aleteo siego mi aliento,

deshecho entre los ríos de la tierra,

vuelo sobre los icebergs en el cielo,

las venas de la noche respiro ávido.

Hecho espuma me baño entre la arena,

puedo soñar y ser la voz de tu alma,

rodeado de perfumes y sabores

venidos de los senos de la brisa;

caricia de mujer que ama desnuda.

He vuelto a la creación de tu mirada,

en tu rostro se ve la clara senda,

llegando a los verdores de tu brizna

que enciendo bajo un cálido aguacero

de amorosas caricias infinitas.

Hermosa, tu sonrisa marca edades,

el cariño destila con candor,

así, mi alma es forjada por la espuma

de un oleaje que viene de tu faz,

en mi cuerpo palpitas y eres ruta,

mujer de glamoroso mestizaje;

frescura de un estío rebosante.

En los ojos del agua te restauras,

pareces una sarta de lagunas,

por un cordón de perlas sostenida.

Sobre tu vientre hay árboles hablantes,

su pertinaz vaivén nos unifica,

en un canto de amor nos magnifica.

Eres todas las hojas de las aves

al prender y apagar la faz del mundo,

semejas a la luna de los libros

colgada de una página infinita,

oculta en el tesoro de una historia.

De tu amor y mi amor eres el faro,

eres paz, rebeldía y fantasía,

con los remos segura travesía,

son tus manos la flama del saber

que derraman amor en la caricia.

 

Soplan rachas de amor tus fieros ojos,

mi mirada responde a tus relámpagos,

en la ofrenda las flores enrojecen,

el rubor de su rostro es el espíritu.

Lustrada por la luz mi pluma es lienzo,

a través de su trazo habla el color,

el mural de tus manos me rodea,

mi sed muerde la piel de tu premura,

es solaz el abrazo que te entrego,

me subyuga el sabor de tu brebaje.

El fuego marca huella sobre arcilla

como grieta que accede a la matriz,

vivero de remotos alambiques

anclados en tu bosque exuberante,

lleno de juncos que une nuestras almas

en una que ha esfumado la frontera.

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El color de lo claro pulcro viene,

joya de amor forjada en su dulzura,

el brillo de tus ojos me depura,

como luz diamantina me sostiene.

Tu mirada es de diáfana ternura,

del río cristalino que proviene,

cálida es la caricia que me tiene

desbordado en tu amor y sin premura

Las flores en tus manos no se notan,

sólo beso el aroma de su brisa,

me pierdo en el rubor de tu sonrisa.

Ceñido a tu calor no tengo prisa,

me solazo en tus senos que rebrotan,

nuestros labios unidos ebrios flotan.

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