Martha Elba Castelán Cuspinera. La mirada del colibrí XII

 

Martha Elba Castelán Cuspinera. Desde el Taller de Escritura Creativa Miró, dirigido por Miguel Barroso Hernández, en Veracruz; Martha Elba Castelán Cuspinera escribe fragmentos de una historia que, por instantes, la toca muy de cerca. De manera sencilla, pero certera, habla del amor, de la familia y de tristezas que a la larga se transforman en felicidad.

Con la pasión de quienes, a través de la literatura, abrazan al mundo; Martha nos invita a reflexionar. El crecimiento de esas mujeres que han tomado las riendas de su vida, está presente en cada uno de sus textos.

 

La mirada del colibrí XII

 

Tulum, únicamente podía conectarse a la belleza de México.

Ante el amanecer más espléndido que nunca antes había visto, sólo me restaba caer rendida de encanto como esos extranjeros, con sus cámaras o celulares, inmortalizando el mágico espectáculo de la naturaleza.

El paisaje en la pintura de un artista, puede invitar a la introspección; pero sentir el aire en el rostro, escuchar las olas del mar, detenerse en el vuelo de las aves… es lo más parecido a tocar el cielo.

Vestir el entorno de positividad nos permite disfrutar la vida. No se trata de lo que sucede, sino de lo que le decimos a la mente sobre lo que sucede. Cuando te «enganchas», como dicen los jóvenes, rompes la armonía del universo. “No hay mal que dure cien años, ni cuerpo que lo resista”.

En la infancia terribilizaba o mounstrificaba hechos. Agigantaba a las personas, de tal manera que me sentía pequeñita para manejar determinadas situaciones.

 

Mis hermanos continúan recordando que, de niña, era muy negativa. En la playa me picaba la arena, hacía mucho calor, se me pegaban las hierbas del mar, el agua estaba demasiado salada, el viaje era muy largo… También siendo adulta, en ocasiones, despertaba y me ponía unos lentes de sol para verlo todo oscuro y olvidar la adolescencia de mis hijos, la situación económica complicada, a las supuestas amigas criticándolo todo. ¡Descalificaba, por completo, mi existencia!

“No hago nada bien” –pensaba.

 

Hoy, no alcancé la perfección ni mucho menos, pero soy misericordiosa con mi persona. Puedo errar, pedir perdón, rehacer desafíos, regresar sin enojarme. Aprendí que no estaba extraviada: si no en el lugar correcto, mirando el mundo de manera equivocada.

Hoy, me visto de guerrera y salgo a brillar como aquel sol en Tulum que matizaba el cielo de colores sin sombras. Soy una mujer madura capaz de amar y amarse. Tengo techo, comida, salud, familia, amigos maravillosos, maestros de vida… tengo todo lo necesario para ser feliz.

 

CONTINUARÁ…