Dulce Palmira Conde. Súcubo

 

Dulce Palmira Conde. (Veracruz, Ver. México. 1993).

Lic. En Psicología por la Universidad Popular Autónoma de Veracruz (UPAV), actualmente estudia la licenciatura de Sociología en la UNAM en modalidad a distancia. Tomó un curso de creación literaria en el Centro Cultural; Yabebirí en 2018. Se ha dedicado a la docencia en niños de 3 a 12 años, y en comunidades rurales por parte de CONAFE, ejerció como profesora de primaria en niños de 7 a 12 años y tiene un amplio interés en la investigación. Se considera un diamante en bruto en el campo de la literatura y hasta ahora no se había decidido a publicar sus textos.

(Presentamos algunos fragmentos de su obra)

Súcubo

Diáfana, palabra favorita para describir tu vigilia en sueños.

Traslúcida; la forma de agresión.

Me comes con tus pensamientos.

Me come la angustia.

Devora la ansiedad, poca digestión, camino incierto.

Un camino con pasión prometedora.

Rompes piel con sólo mirar, asaltas labios a distancia, me violentas

en sueños, ultrajas y diáfanos son los besos que no existen.

Pesadilla, sacrilegio, desdicha, tortura; soñarte y no tocarte.

 

Apretón de manos a las 16:00 hrs.

Un padre y su hijo pasean todos los días en el mismo parque a dos cuadras de su hogar.

Una madre con su hija se encuentra sentada observando la tediosa actividad del medio día.

La hija de la señora pide a gritos atención de su madre; no está ahí.

El padre juega con su hijo.

Un grupo de mujeres ajustan los manteles, la comida lista está.

El hijo del padre se agota, prefiere tomar un descanso,

busca volar sin ayuda del progenitor.

El padre sin ocupación ajusta la mirada a los ojos de la madre ausente.

Una tristeza profunda le invade; dentro de la misma, remembranzas que nunca existieron, despedidas y viajes con hijos que no son los suyos, la vuelta al mundo.

Un aire entrecortado se hace presente, la pérdida de toda una vida juntos.

La madre alista sus cosas, su hija corre a la entrada del parque y saluda al hijo del padre,

juegan con sus manos e inventan historias sin contar dedos.

Los padres se miran sin tocarse, se presentan y mueren por devorarse las vocales,

se presentan sin que los hijos sean parte del encuentro; su nombre y un apretón de manos que dejaría al padre añorando noches con la madre desconocida,

lamentando las vivencias que no fueron suyas.