Carlos González Domínguez. Espejos rotos

 

Carlos González Domínguez. (Veracruz, México) Donde actualmente radica y a donde parece que inevitablemente retorna. Tiene cuarenta años y es el segundo de tres hermanos e hijo de unos padres maravillosos; Elvia y Gilbert que aunque recientemente dejaron este mundo, es ahora y todos los días que los encuentra en el que se ha creado… recordándolos todos los días. Es psicólogo social de la salud y clínico, también masoterapeuta corporal e incipiente hombre de letras, tras una formación en Literatura y Creación Literaria por Bellas Artes. Así es como se reconoce en cualquier sentido… Con humildad si basta su pulsión de diálogo para saber que hablando se entiende la gente y que para existir siempre, nunca sobrarán las palabras.

 

ESPEJOS ROTOS

Como te ves me vi, como me ves te verás

 

Hasta hoy comprendí esa expresión que fue regalo de mi madre y antes regalo de su madre y de allí pa´l real, pues fue la herencia de la madre de su madre, y así entonces por los siglos de los siglos. Porque hoy me vi al espejo cuando entré por necesidad al negocio aquél y la imagen que me encontré la encarné totalmente con varios años encima.

 

Se movía lento muy lento, tenía arrugas y el cabello blanco. Mostraba de sí… O mejor dicho de mí, todavía no lo entiendo, o quizás no lo acepto, esas manías y esas locuras con las obsesiones y compulsiones como las que yo tiendo vergonzosamente a ocultarle al mundo.  Me entregó las hojas blancas de papel bond que le pedí antes, y sin querer tomar de mi mano las monedas, me advierte de su temor, con palabras claras y sin empacho.

 

Se dio la vuelta para buscar con ese paso lento propio de los años, su monedero. Entonces me pidió dejar caer las monedas allí; obviamente y literal, no estábamos a mano pues ni siquiera nos rozamos con las yemas de los dedos. Pero tampoco estaba saldaba la cuenta porque yo aún estaba con la incertidumbre, por no escuchar la explicación a lo que sucedía, aunque ya lo sospechaba.

 

Y claro, aún no pagaba por las hojas, así que dispuesto a marcharme yo también quise decirle algo importante para los dos, que en este mundo lleno de gente “normal” uno nunca sabe dónde es fácil encontrarse a un loco o loca cualquiera en el lugar más insospechado, por ejemplo, dentro de una papelería.

 

Y en este momento noté que yo también fui un espejo para ella, si la expresión en su rostro pasó de temor y vergüenza a ternura y asombro. Y todo por decirle mi mayor secreto y que la gente a simple vista no lo nota, pero lo encuentran en el único lugar posible… La imaginación.

 

Porque al verme nadie creería que algo así se escondería dentro de mí; entonces se lo dije; señora yo soy obsesivo-compulsivo. ¡Y allí se transformó su rostro! o quizás todo en ella cuando el local entero se ilumina con su sonrisa; pero también por ese silencio necesario, sí, las palabras ahora salían sobrando.

 

Lo sé porque lo sentí en el momento que el espejo no solamente mira, sino que habla. Dispuesto a retirarme y con un pie afuera de aquel lugar me habla ahora con intensidad y la energía notándose en la voz, en la mirada y el cuerpo para lanzarme “la pregunta”. Y con la sonrisa más tierna de todas me hace pensar que ella me recordará si con interés me dice… ¿Cómo te llamas? Hoy me vi al espejo indudablemente o ¿fue una bola de cristal? Aún no lo sé.