¿Y la oposición de Puebla?

 

La oposición en Puebla se ha vuelto algo irrelevante, tal parece que no existiera. Secuestrados por grupos cupulares y sectarios; sin cuadros, sin bases y sin estructuras sólidas, y extraviados en sus propios pleitos intestinos, los partidos de oposición en Puebla, principalmente PAN y PRI, son el reflejo de sus dirigencias nacionales y están hundidos en una total irrelevancia: no definen, ni inciden en las decisiones públicas de la entidad.

En lo que respecta al PRI, no hubo quien siquiera se opusiera a la permanencia de un presidente. Néstor Camarillo Medina consiguió su designación estatutaria como candidato único para seguir encabezando el Comité Directivo Estatal (CDE).

Pero esto no es nuevo en el PRI, pues desde los tiempos en que gobernó Rafael Moreno Valle y Tony Gali, este partido político, junto con algunos de sus distinguidos militantes, prefirieron “dobla” las manos ante el poder em lugar de convertirse en una oposición constructiva.

Lo que refiere al PAN, Genoveva Huerta Villegas camina hacia la reelección, con voracidad y dados cargados, mientras sus adversarios internos, El Yunque en concreto, siguen aturdidos, por su prematura soberbia y su falta de reflejos.

Y de lo que queda del PRD no hay mucho que decir. Carece de todo y es un cacharro que dos elecciones consecutivas (2018 y 2021) ha dependido de sus aliados para no perder el registro.

Los tres partidos de “oposición” han tenido que llevar ofrendas de paz a Casa Aguayo.

Lo han hecho más por conveniencia, que por una vocación de diálogo republicano.

PRI, PAN y PRD son tan irrelevantes política y aritméticamente, que su mejor divisa ha sido el “sí señor”.

Incluso, ni siquiera juntos pudieron mantener muchas alcaldías importantes y apenas reeditaron su menguada presencia legislativa.

Sin embargo, todos se justifican con haberle arrebatado a Morena la capital, aunque lo cierto es que es más el triunfo de un personaje, que de los partidos que lo postularon.

En los procesos de renovación de dirigencias quedarán los mismos y mismas.

Presidentes de partidos que se siguen autoengañando con la narrativa de que la alianza “fue un éxito”. Lo mismo han hecho a nivel nacional.

Anunciaron con bombo y platillos que conformarán un gran grupo parlamentario en San Lázaro, cuando en realidad exhiben en su necesidad y necedad de unirse, su tremenda debilidad individual.

Camarillo, diputado local plurinominal para la LXI Legislatura, es acompañante protocolario de Genoveva Huerta y presidente del club de fans del alcalde electo, Eduardo Rivera. Pero no es un líder opositor.

Genoveva Huerta, con curul plurinominal en la Cámara de Diputados, mantiene secuestrado al PAN, incluso por encima de sus cuadros custodios y militantes de cepa.

Tal y como acusan que ha hecho Marko Cortés, quien también se reelegirá por el desorden institucional, en el Comité Ejecutivo Nacional (CEN).

El PRD es, con su peso menos que decimal, la cereza del pastel de la irrelevancia. De ahí que con su incapacidad de actuar como partido político y a pesar de sus pueriles y constantes peleas, Morena siga ganando.

Soportado en el aparato clientelar del lopezobradorismo en Puebla y en el país.

Porque PRI, PAN y PRD no forman parte de la construcción de las decisiones políticas en el estado.

Se han quedado con apenas fracciones de los militantes que tuvieron algún día. Su ideología se ha deslavado con tanto manoseo. Se han debido unir para subsistir.

Son chiquitos, chiquitos, chiquitos.

Que no se ofendan cuando, con toda razón, los ven como fracasados. Cuando les recuerdan que están “moralmente derrotados”.