Las definiciones de Lalo Rivera

 

Todos quieren estar cerca de Lalo Rivera, presidente municipal electo de Puebla. Y es que, a aquellos que revolotean en estos días al presidente municipal electo de la capital poblana, Eduardo Rivera Pérez, cuatro cosas deberían quedarles claras, si saben leer el escenario tras la elección que el panista ganó, como capitán de su propio barco, por más de 20 puntos: 1) no hay cargos para nadie, 2) nadie puede reclamar posiciones, 3) no le debe nada a nadie, y 4) las definiciones competen única y exclusivamente a quien presidirá el Palacio del Ayuntamiento por los próximos tres años.

Se ha generado una alta expectativa de lo que será este gobierno y, legítimamente, muchos quieren ser parte de éste o subirse al barco por la simple finalidad de obtener un empleo en su administración.

Luego de los 30 días de campaña y la comparecencia ante las urnas, muchos se quedaron callados ante una realidad: Eduardo demostró que es su mejor estratega electoral.

Y es que, desde el diseño del slogan y la estrategia misma, #CorregirElRumbo, hasta las decisiones ante las contingencias que se presentaron, Lalo Rivera y su equipo estuvieron al mando.

Muchos supusieron que, por ir como abanderado de cinco partidos, él iría como rehén. Que sería la cara en pendón y la calcomanía, pero que no definiría. O que no ganaría sin la fuerza del difunto Rafael Moreno Valle, con quien hizo mancuerna en 2010. Se equivocaron.

Ciertamente, fueron Rivera Pérez y su equipo, muchos con quienes ha caminado a través de más de una década, quienes condujeron el navío. Quienes mantuvieron la cabeza fría ante los ataques, que los hubo. Que no trastabillaron ante las expresiones de guerra sucia, que existió. Nunca debieron pedir auxilio a nadie.

Hubo intenciones, desde varios de los cinco partidos que lo cobijaron (PRI, PAN, PRD, CP y PSI), de algunos actores, para meterse en la campaña. Muchas fueron, hay que reconocerlo, buenas intenciones. Otras, connatos de protagonismo. Con cortesía, se despejó el camino.

Un tema que además fue recurrentemente mencionado en las dirigencias de los cinco partidos, es la templanza que mostró el hoy alcalde electo.

La capacidad de definir rumbos en medio de las tormentas que, aunque pocas, se presentaron en la campaña.

La madurez de peso completo que tiene como político. No solamente ha tenido muchas campañas en carne propia, sino también como estratega. Algunas con triunfos y otras con derrotas, como en 2018.

De todo eso ha aprendido y lo destacó Rivera Pérez en varias entrevistas a través de los 30 días de proselitismo.

Por eso sólo él definirá a su equipo. Las cuotas partidistas genuinas ya quedaron reflejadas en las posiciones del Cabildo.

Su coordinador para la transición, Matías Rivero Marines, ha adelantado que no hay cargos entregados con antelación.

Ninguno. A nadie.

Las versiones que de que habrá cuotas, hasta en porcentajes, en los cargos, son solamente eso. Intentos de confundir.

Incluso, hay definiciones que deberán tomarse en función de las necesidades, de las condiciones en que reciba el ayuntamiento y la ciudad.

El escenario es muy claro. Y el timón es de un solo hombre.

Un hombre que, además, ganó liderazgo afuera y adentro del PAN -aunque ésa, ésa es otra historia que en breve habrá que precisar-.