La rabieta de Maduro y Díaz Canell

José Antonio López Sosa

LAS VEGAS, NEVADA.- Ninguno de los dos mandatarios, ni el de Venezuela ni el de Cuba, están acostumbrados ni de lejos a que les contradigan en algo, menos aún que cuestionen la legalidad, legitimidad de sus regímenes o la certeza en la voluntad de sus deseos.

Durante la cumbre de la CELAC en la Ciudad de México, como todos vimos, tanto el presidente de Uruguay como de Paraguay arremetieron contra el ejercicio y la falta de libertades y democracia de ambos presidentes, el de Cuba y el de Venezuela. Visiblemente descompuestos e iracundos, ambos reaccionaron con fuerza  muy molestos por el cuestionamiento, insisto, no están acostumbrados a pasar por el más mínimo escrutinio.

Marcelo Ebrard tuvo que quedarse en silencio, así como el resto de los asistentes, la ira hizo que Maduro, arrebatado como es, tratara de interrumpir gritando con el micrófono apagado, acostumbrado a sus mítines a modo con seguidores que todo lo aplauden, evidentemente no está preparado –y nunca lo ha estado– para un debate de altura con sus pares, más bien pertenece al griterío de la tribuna popular y la asamblea callejera donde sus deseos son ordenes.

Estamos muy lejos de convertir a América Latina en algo parecido a la Unión Europea mientras regímenes como el de Venezuela, Cuba y Nicaragua, persistan, mientras los Estados Unidos tengan injerencia en distintos países del continente y mientras gente del gobierno de México –y otras naciones– siga defendiendo lo indefendible con relación al tema de Cuba, Nicaragua y Venezuela.

La ventaja de esta CELAC es que se escuchó alto y fuerte que estos tres países se han convertido en dictaduras, no tienen democracia y se persigue a quien piensa distinto. De los demás países del continente –México incluido– depende que estas naciones autoritarias prosperen con voz y voto en asambleas internacionales.

Hoy Maduro volverá a Venezuela y Díaz Canell a Cuba, donde sus palabras son ley y donde nadie puede ni de lejos contradecirlos, donde no hay espacio para disentir y donde el adoctrinamiento sustituye a las libertades.

Apuntes a nuestro subdesarrollo.