El alcohol en menores poblanos

Victor de Regil

 

Un tema ha prendido en las últimas semanas en la opinión pública, uno muy delicado. Y es que, a propósito de la discusión en torno a la intoxicación de menores de edad con bebidas alcohólicas, en una fiesta que se organizó en el Salón Country de San Manuel, de la capital poblana, el gobierno del estado de Puebla presentará una propuesta para su regulación. Ésta, como se ha adelantado, estará en sincronía con el Artículo 220 de la Ley General de Salud: “en ningún caso y de ninguna forma se podrán expender o suministrar bebidas alcohólicas a menores de edad”.

La norma es federal y, por lo tanto, es válida en todo el país. Se considera un delito, su desobediencia. Pero en el caso hay muchas aristas.

Honestamente, hay que reconocer que en Puebla y en el país hay mucha tolerancia para violar esa norma.

¿Cuántos establecimientos que expenden bebidas alcohólicas piden realmente comprobantes de edad? Muy pocos. Casi ninguno.

Lo que sucedió hace unos días en el  Salón Country ha puesto a debate algo que es de registro cotidiano: los menores consumen alcohol y lo consiguen, porque se les vende.

El caso del country escaló mediáticamente, pero prácticamente cada semana se producen altercados y accidentes motivados por el alcohol, muchos de ellos con desenlaces fatales y afectando, principalmente, a jóvenes universitarios y menores de edad.

El tema también del abuso del alcohol en las mujeres va en crecimiento, aunque eso debe analizarse desde otras perspectivas.

Además, el consumo está normalizado, incluso desde los hogares. De acuerdo con las recientes entregas de la Encuesta Nacional de Adicciones (ENA), el consumo comienza entre los 13 y 14 años. Y empieza en casa. La incidencia, de acuerdo con las cifras oficiales, es de más de 30 por ciento en esas edades.

Lo anterior quiere decir que uno de cada tres jóvenes de ese rango, beben o han bebido alcohol.

Por cierto, el gobierno federal rechazó darle continuidad en este año a la ENA, que se venía levantando cada lustro, por falta de presupuesto.

Si bien es responsabilidad ineludible de las autoridades, comenzando por las municipales, el problema es más profundo y tiene que ver con la formación desde la familia. ¿Cómo estamos formando a los jóvenes en relación con las adicciones?

La información está ahí, a su disposición, pero no basta. La regulación, para el cumplimiento de la ley, es indispensable.

Porque además en esa edad en que, en promedio, comienza el consumo, en este caso de bebidas alcohólicas, se cimenta la formación de los futuros adultos.

La falta de regulación y la permisividad pública del consumo de alcohol en menores de edad resultará, lamentablemente, luego, en muchos enfermos alcohólicos y otros problemas que afectan al pleno desarrollo de los muchachos.

No es un tema que pueda ser abordado con la simpleza que, hay que recordar, se ve en muchos hogares, en donde comienza el consumo y, lamentablemente, en muchos hogares hay tolerancia por parte de los padres de familia.

Con cifras actuales, los Centros de Integración Juvenil han reportado que en México 70 por ciento de la población consume alcohol.

Pero lo grave es que, alrededor de 27 millones de personas, tienen además “un uso problemático de la bebida”, lo que lleva a enfermedades y accidentes, muchos de ellos culminando en el fallecimiento de los jovenes.

Hay que recordar que los especialistas en adicciones identifican, en resumen, tres fases de la ruta hacia la enfermedad.

Uso de la sustancia (alcohol o drogas), abuso y adicción.

¿Dónde estamos y dónde están nuestros jóvenes en ese desafortunado camino?

Una pregunta difícil de responder.