Vicente Rojo: el adiós a un artista libre y eterno

El pintor, grabador, escultor y diseñador gráfico Vicente Rojo murió este 17 de marzo, a la edad de 89 años

· El 22 de febrero de 2019 fue investido Doctor Honoris Causa por la IBERO y las universidades del Sistema Universitario Jesuita

· Su obra destacó por la resistencia, la disidencia y la búsqueda de la libertad; fue integrante de la Generación de la Ruptura

Iván Cabrera

El pintor, grabador, escultor y diseñador gráfico Vicente Rojo murió este miércoles a la edad de 89 años por problemas cardiacos. A su paso deja una prolífica obra, propuestas artísticas y decenas de reconocimientos y homenajes. Fue representante insigne del abstraccionismo e integrante del movimiento conocido como la Generación de la Ruptura.

Vicente Rojo (Barcelona, 15 de marzo de 1932) llegó a México en 1949 para hacer de este país su hogar. “Desde ese momento, me di cuenta que iba a ser mi país. Es decir, yo no iba a volver a España, iría de visita, pero éste iba a ser mi país”, dijo el artista, ya que aquí encontró la libertad que no había en España.

Estas palabras fueron dichas por el pintor a autoridades de la Universidad Iberoamericana, previo a la entrega del Doctorado Honoris Causa por parte del Sistema Universitario Jesuita (SUJ), lo cual ocurrió el 22 de febrero de 2019. La investidura fue otorgada por su trayectoria artística y humana, y por su contribución excepcional en el ámbito de la cultura y las artes.

Agregó que nació de nuevo en México y de paso se reencontró con su padre, quien salió de España durante la Guerra Civil. Tomó clases de oyente en La Esmeralda y transformó su pintura de figurativa en abstracta, misma que fue desarrollando a la par del diseño gráfico, dos polos opuestos que al final se tocaron, según decía el propio Vicente Rojo.

Además de su labor artística, colaboró en la fundación de editoriales, suplementos culturales y otras publicaciones de difusión. Su mirada siempre pugnó por la libertad, la inconformidad y la resistencia, y para ello echó mano de la contradicción, un elemento inherente al arte y un rompimiento con todo aquello que vuelve homogéneo al ser humano.

Durante más de 50 años, Rojo destacó como pintor, escultor grabador y diseñador gráfico, áreas en las que ha dejado una obra extensa, misma que se ha expuesto en el Museo Universitario de Ciencias y Arte, el Museo de Arte Moderno; el Museo del Palacio de Bellas Artes, el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía y el University Art Museum, entre otros recintos.

De forma especial, exhibió su obra en la Galería Andrea Pozzo, de la IBERO CDMX, Rojo sobre papel. Muestra retrospectiva 1960-2019, una propuesta personalísima e inédita que contó con 66 obras, a decir del artista, las más íntimas, ya que había proyectos sobre papel, algunos bocetos y obras acabadas. Refirió que en el montaje está “la base de toda la trayectoria de mi trabajo. Todo lo que hay aquí puede verse como proyectos, todo es de mi colección particular”.

Por su prolífica carrera de más de medio siglo, Rojo obtuvo varios premios y reconocimientos, entre otros, el Nacional de las Ciencias y Artes (1991) y la Medalla Bellas Artes (2011). Fue miembro de la Generación de la Ruptura, un movimiento artístico que buscaba una visión más amplia, cosmopolita del arte, y dejar atrás los años de la visión nacionalista y revolucionaria que imprimieron los muralistas mexicanos.

En su momento, la Dra. Ivonne Lonna, académica del Departamento de Arte de la IBERO y encargada del Honoris Causa a Vicente Rojo, dijo que el legado de éste tiene que ver con la relación entre arte y el diseño, ya que a través del lenguaje gráfico sentó las bases expresivas del México contemporáneo y a la postre lo convirtió en una referencia constante para quienes se han formado en el campo de las artes visuales, las artes plásticas y el diseño.

“La grafía de Vicente Rojo llegó al mundo de la literatura mexicana en la que cobró una dimensión poética y narrativa de estrecha relación con escritores del siglo XX como Octavio Paz, José Emilio Pacheco, entre otros, convirtiéndolo en un actor no sólo cultural sino social y político. Esta literatura gráfica de gran tradición en Europa aún no se trabajaba del todo en México, por lo que incorporó la innovación a la creación artística y al diseño del país”.

Una obra por la transformación

El 22 de febrero de 2019, el auditorio José Sánchez Villaseñor de la IBERO CDMX recibió a Vicente Rojo para investirlo Doctor Honoris Causa, reconocimiento otorgado por el Sistema Universitario Jesuita (SUJ) por su trayectoria artística y humana, así como su contribución en el ámbito de la cultura y las artes.

“Su obra escultórica y pictórica refleja la densidad sustancial del México moderno visto desde la mirada extrañada de quien por voluntad decide radicar su destino a estas tierras y a esta luz. Referente del diseño gráfico y editorial entendido como apropiación inconforme de una realidad por transformar en la mejor expresión de la capacidad humana, posición de gran cercanía con la misión de las universidades jesuitas de nuestro país”, detallaba el acta oficial de concesión del Honoris.

Durante la ceremonia, le fue colocada la beca y la medalla con la leyenda Tradidit Deus mundum disputationi (Dios puso al mundo para ser pensado). Tras rendir protesta, se le entregó el diploma al nuevo doctor y el reconocido firmó el libro de honor. Fue entonces admitido como integrante del colegio de Doctores de la IBERO CDMX y de las universidades del SUJ.

Entonces vino un desfile de halagos para su obra, ya que gracias a su trabajo se dio el surgimiento de nuevas generaciones de artistas que renovaron el panorama cultural de un país dinámico como el nuestro. Fue por ello que su obra se puede entender como una síntesis de los valores últimos de las universidades jesuitas, concebidas como espacios creadores, innovadores y transformadores de la sociedad.

Pero su talento no sólo quedó plasmado en el arte, sino que fue un hombre generador de pensamiento, siempre con el objetivo de abrir esa cultura a la “disidencia, a la subversión, a los cambios sociales, a la diferencia y a la inclusión, a la justicia social y a la libertad, en la que la imaginación haga posibles las utopías y la esperanza de un mundo mejor”, dijo la Dra. Gloria Prado, académica del Departamento de Letras de la IBERO y madrina del investido.

Las lágrimas de un artista

La libertad no podía quedarse fuera del discurso de Vicente Rojo. Tras su investidura, reflexionó sobre su quehacer y fue este concepto el que dirigió su obra, ya que le permitió entender y aceptar al otro, comunicar sus pensamientos y relacionarse con personas de distintas ideologías y opiniones, ya fuera a nivel estético, político y religioso.

Y habló sobre las diferencias entre su producción artística: “Mientras con el diseño siempre he tenido los pies en la tierra, con la pintura y la escultura no he seguido esos mismos pasos, en lo más mínimo, nunca he tenido claridad, siempre estoy envuelto en dudas, sumido en laberintos o preguntas a las que no encuentro respuesta”.

Agradeció a la IBERO y al SUJ por el Honoris Causa, y aunque nunca buscó tener reconocimientos, los aceptaba con gusto y cortesía en reciprocidad a quienes decidieron otorgárselos. “Muchas gracias de nuevo. Como quiera, sí creo haber tenido éxitos, pero esos se refieren a mi vida personal y tienen que ver con el amor y la amistad”.

Al cierre de su discurso, leyó unas líneas dedicadas al escritor Juan García Ponce y que hoy toman más fuerza que nunca: “Lo visito en su casa; está acostado en su casa de enfermo. Con la misma sonrisa de siempre me dice, después de preguntarme él por mis propios problemas de salud: ‘No te preocupes, Vicente, ¡somos eternos!’”.

Tras concluir el evento, una batería de aplausos ensordece el recinto, Vicente Rojo se lleva la mano izquierda al rostro y llora. Levanta las manos agradeciendo y busca el cobijo de su esposa, Bárbara Jacobs. El hombre del arte y la libertad ya era eterno.