Los casos que se han ventilado en esta administración, principalmente referente a las propiedades adquiridas tanto por Manuel Bartlett, director de la Comisión Federal de Electricidad (CFE), como por Irma Eréndira Sandoval, ambos investigados por el periodista Carlos Loret de Mola, evidencian que la clase política suele ser camaleónica, es decir, no cambia de fondo sino de forma solamente.
En el caso de Bartlett, es público su oscuro pasado desde que fue secretario de gobernación en el sexenio de Carlos Salinas y cuidó del fraude electoral de 1988, en el caso de Sandoval solo las críticas férreas que tuvo el sexenio pasado y lo que se le ha mostrado en este.
Ninguno de los dos, se transparenta por completo, gritan y exigen transparencia, rendición de cuentas y hacer públicos los bienes de los otros, en otras administraciones, pero cuando les toca a ellos se ofenden e incluso amenazan a quien los investiga.
El caso de John Ackerman, el esposo de Sandoval, en efecto no es funcionario público pero colabora para Canal Once, una televisora pública, por lo mismo, en ese rubro también está sujeto al escrutinio público. Ackerman incluso amenazó con demandar al periodista que reveló sus propiedades.
Una vez más, el presidente López Obrador tiene en sus manos demostrarnos si se acabó la impunidad como ha dicho o bien, seguirá con la premisa que a los amigos justicia y gracia y a los enemigos justicia a secas.