EN LAS NUBES. Los pasos de Alejo Carpentier

Carlos Ravelo Galindo, afirma:

Una pequeña contribución sobre el escritor. Periodista y diplomático.

Sobre su biografía existen varias lagunas y contradicciones dada la desigual información de la que se dispone. Según el propio autor, nació en La Habana, fruto del matrimonio de un arquitecto francés y una pianista rusa, y se formó en escuelas de Francia, Austria, Bélgica y Rusia.

Tras su muerte, sin embargo, se empezó a documentar una muy distinta biografía que situó el nacimiento del autor en Suiza, procedente de una familia humilde que emigró a Cuba instalándose en el pueblo de Alquizar, donde el futuro escritor trabajó como repartidor de leche.

Lo que sí está fuera de dudas es que Carpentier inició su actividad literaria en simultáneo con la musicología, su otra vocación de toda la vida.

En 1944 se trasladó a Caracas, donde vivió varios años, dedicándose al periodismo radiofónico y ejerció también de profesor universitario y columnista en diarios y revistas, mientras realizaba una interesante difusión de la música contemporánea.

Luego de una temporada en Haití, regresó a Cuba tras la Revolución liderada por Fidel Castro y el Che Guevara (1959) y ocupó varios cargos oficiales hasta que en 1966 fue nombrado embajador en París, donde permaneció hasta sus últimos días.

Enseguida los pasos de Alejo.

Dos eminentes diplomáticos en retiro, don Leandro Arellano que los describe y don Antonio Pérez Manzano, que nos acerca la narrativa, en Obras Escritas y Artísticas.

Digamos, sin error, literatura y cultura pura.

I.-

Parece que cada miembro del Boom latinoamericano mantenía una opinión propia sobre el significado y alcances de aquel fenómeno literario. Los lectores no sabían con certeza quién pertenecía al grupo sagrado y quién no. Nadie se atrevería a negar que Alejo Carpentier fuera miembro natural del conjunto, no obstante ser algo mayor que la pléyade de jóvenes escritores que constituían la columna vertebral de aquella generación.

Se trataba de un narrador latinoamericano cuyas principales novelas se publicaron en las décadas de los cincuenta y sesenta y cuya tendencia pertenecía por entero a la corriente literaria del Boom. Más aún, Carpentier si no el creador, fue gran promotor –y precursor de contado- del concepto del realismo mágico o real maravilloso, que rondaba al Boom.

En 1945 Alejo viajó a Venezuela con su esposa Lilia. Se debatió si lo hizo por necesidad laboral y no por “curiosidad intelectual”. Un amigo, Carlos Eduardo Frías, lo había invitado a trabajar en una compañía publicitaria. Mas lo que se preveía una estancia temporal breve, transitoria, se tornó allí un tramo no corto de su vida, pues se extendió por catorce fecundos años: de 1945 a 1959. El empleo –el que asegura el ingreso, nuestro pan de cada día- marchó bien. Alejo tenía olfato para los negocios, aseguran.

¿Cómo y por qué viajó a Venezuela? Lo relevante –es la información con que se cuenta- es que trabajó con un amigo en una agencia de publicidad y basta. La única receta para sobrevivir es el combate, aconsejaba Ortega y Gasset. La influencia que recibió y la visión que proyectó Carpentier de los fértiles catorce años que residió en Venezuela se agitan y aletean en su sólida obra literaria.

La casa Monte Ávila Editores Latinoamericana publicó en 2014 una edición especial, en un volumen de poco más de 500 páginas, en celebración del escritor cubano. Visión de Venezuela es el título del libro, compuesto de artículos, crónicas, estudios, ensayos cortos con la visión del autor cubano sobre el acontecer cultural y la vida cotidiana de Venezuela. Se trata de textos sobre teatro, literatura, música, artes plásticas, exposiciones, etcétera, que sirven de vehículo a Carpentier para exponer su opinión, su gusto y su rechazo.

La contra pasta anuncia que el libro recoge los artículos publicados en la columna “Letra y solfa” del diario El Nacional -de 1951 a 1959-, así como textos sobre viajes al Orinoco.

Si incursionamos en algunos textos podemos comenzar con lo que el escritor opina sobre Carlos Chávez, de quien dice: su música se caracteriza por un rigor poco común en los compositores de América Latina. Igual hace una brevísima crónica sobre la presentación en París de un deslumbrante cortometraje sobre Armando Reverón.

En otro va narrando sus impresiones sobre Maracaibo -y su noción de tropicalidad, es decir de indolencia- y el descubrimiento que significó hallar aquella inquieta ciudad, colmada de intensa actividad, de movimiento constante. La sensibilidad de Carpentier y su visión omnímoda le hacen decir: Ciertas casas viejas de Maracaibo me hacen pensar en las que suelen verse en las telas de Vermeer de Delft.

No pocos artículos los dedica a relatar los orígenes y el desarrollo del Festival de Música Latinoamericana. En vista del auge musical del país parece obvio que Venezuela supo desarrollar ese sector, convirtiéndose en la potencia musical que es actualmente, y así lo previó y documentó Alejo.

En una confesión reveladora –de uno de sus artículos- parece descubrirnos un desquite personal con la vida: “Hay emociones que recompensan a un hombre de años de lucha, de rutinas, de monotonías”.

II.-

Los hábitos suelen neutralizar ciertas emociones. Y no por reiterada deja de tener su magia la palabra. Descubrir envuelve, igualmente, un sentido íntimo, personal para quien visita por primera vez una ciudad. Caracas mantenía –más de un cuarto de siglo después de nuestra primera visita- el mismo resplandor y la afanosa vitalidad de entonces. Mas esta vez había, también, asombro y desconcierto en los semblantes.

La lectura de las grandes novelas de Carpentier, igual, fue hecha décadas atrás. Con la publicación de este novedoso volumen descubrimos –o recordamos- que Alejo había vivido una larga temporada en Caracas: trabajando, estudiando, investigando. Fue en Venezuela donde recogió la inspiración y el material que habría de utilizar en sus novelas y otros escritos.

Buena parte de su tiempo lo dedicó al periodismo cultural. En la columna que mantuvo en el diario El Nacional por varios años, publicó más de dos mil artículos. Desde luego, participó activamente en la vida intelectual de Venezuela, con Arturo Uslar Pietri y Miguel Otero Silva. Conferencista y catedrático también, Carpentier colaboró en la organización de Festivales musicales auspiciados por el gobierno de Marcos Pérez Jiménez, una conducta que no le aprueban muchos lectores.

Un columnista –David Corcho Hernández de Prensa Latina- de El Telégrafo, de Ecuador, considera a Carpentier como el más importante narrador cubano de todos los tiempos. Añade que críticos como Harold Bloom y Emma Speratti – Piñero entendieron la importancia, la influencia de su estancia en Caracas, la que transformó su manera de entender la historia y la cultura latinoamericanas.

Sea como fuere, viajar al interior del país le inspiró buena parte de su obra. Su incursión en la selva y sobre todo la visión del Orinoco –el Padre Río, como él lo llama- le sugirió varias novelas y le despertó devoción por la naturaleza. Sin el contacto frecuente de la naturaleza, el hombre se olvida de quién es, se esteriliza, pierde sus ritmos vitales, escribió.

A 15 años de Ecue Yamba O, publicó El reino de este mundo (1948); Los pasos perdidos en 1953, cuando ya había conocido el Amazonas y el Orinoco.

En Visión de Venezuela el escritor echa mano de una prosa ligera, suave, precisa, algo diferente de la narrativa barroca de su novelario. Ser el novelista mayor de su generación –en las Antillas- le reconoce E. Anderson Imbert en su Historia de la Literatura Hispanoamericana y a Los pasos perdidos, lo califica como uno de los libros excepcionales de esa generación.

Si cada uno habla según le va en la feria, ¿Cuál es el saldo, la visión de Alejo? Los años en Venezuela fueron de gran actividad creativa en primer lugar. Igual, ocupa un sitio privilegiado en su vida por acogerlo de modo incondicional e infundirle inspiración constante. Y directamente lo expresa en los juicios y opiniones vertidos en los textos periodísticos que contiene el libro que comentamos.

La verdad es que una estancia en el paraíso aguardaba -en aquella época- a quien arribara a Caracas.

A los dos diplomáticos, mil gracias.

craveloygalindo@gmail.com