EN LAS NUBES. Bienvenidos todos

Carlos Ravelo Galindo, afirma.

Este domingo 23 concluyó la aplicación del examen de ingreso a nivel licenciatura en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), el cual se realizó en 18 instalaciones académicas de la capital del país para evaluar a 186 mil 570 aspirantes a ingresar a una de las 130 carreras de la UNAM.

Hasta el momento ya tenemos a 64 mil adentro de la jaula de los Pumas. Veamos cuántos más.

Sirva este prolegómeno para retomar lo que en su memoria guarda el colega escritor José Antonio Aspiros.

Nos invita a compartirlo. Y nosotros, felices de hacerlo. Es un privilegio tener esos recursos de grandes colegas.

Díganos si no tenemos razón.

“Estimado amigo:

Tus Nubes casi siempre me inspiran algún comentario o me traen algún recuerdo; a veces, ninguno.

Hoy, lo que escribió don Héctor Perea me remonta al primer recorrido que hice por la Ciudad Universitaria.

Fue cuando los edificios de CU estaban todavía en obra negra y yo también, pues en aquellos finales de los 40 tenía menos de seis años.

Me llevó mi abuelo y tutor en un tranvía que iba sobre lo que hoy es la avenida Revolución (nuestro punto de partida fue Tacubaya), y recorrimos parte de esas incipientes construcciones.

Él murió poco después y el destino ya no me dio la oportunidad de hacer mis estudios superiores en la UNAM (faltó quien me motivara u obligara), sino en otra institución como tú sabes, pero volví más adelante, ya como reportero, en los tiempos del rector Ignacio Chávez.

Desde luego cubrí los actos oficiales y usé los boletines de prensa, pero, aparte, recorría las facultades en busca de «tips» que siempre encontraba en los tableros de avisos y me permitían cubrir también las conferencias, seminarios y otras actividades que ahí se anunciaban.

Recuerdo -pero ya no me tocó cubrirlo- cuando fue dinamitada la estatua de Miguel Alemán y la pedrada en la cabeza a Luis Echeverría, así como la manifestación silenciosa que encabezó el rector Barros Sierra y la ocupación de CU por el Ejército, incluidos muchos testimonios, entre ellos los del ingeniero Heberto Castillo en su libro «Si te agarran, te van a matar».

Por variados motivos he vuelto otras veces a una nueva CU ya con más edificios, un hermoso espacio cultural y una entrada desde el Metro; he recorrido parte de todo aquello: hemeroteca, librería, institutos, oficinas, espacio escultórico, escenarios, y ahora lo que lamento es que los rectores no se animen a rescatar el auditorio ‘Justo Sierra’ (o ‘Che Guevara’), donde una vez fui a ver la película ‘Fando y Lis’, de Jodorowsky.

El año pasado, un libro mío que fue presentado a una convocatoria de la UNAM, no fue seleccionado para su publicación en esa casa de estudios. Y qué bueno; menos vanidad de mi parte.

Y tal vez regrese a esas instalaciones, si es que llega a haber allí alguna ceremonia cuando varios de mis nietos se titulen; a dos de ellas ya les falta muy poco.

Verás entonces que mis recuerdos y comentarios andan entre lo idílico, lo pragmático y lo histórico.

E imposible omitir que mi esposa —la también escritora y poeta Norma Vázquez Alanís, agregamos nosotros su nombre–hizo su carrera de periodismo en la antigua sede de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, y su servicio social en la Hemeroteca cuando estaba en la calle del Carmen. Salud. A”.

Sí, salud. Pero a la una con una. E invita a don Fausto.

craveloygalindo@gmail.com